Calostro, el Oro Líquido

La lactancia materna tiene muchos beneficios para la salud de la madre y el niño.

La leche materna contiene todos los nutrientes que el niño necesita durante los seis primeros meses de vida, protege contra la diarrea y las enfermedades comunes de la infancia, como la neumonía, y también puede tener beneficios a largo plazo para la salud de la madre y el niño, como la reducción del riesgo de sobrepeso y obesidad en la infancia y la adolescencia.

El suministro de leche materna al niño durante la primera hora de vida se conoce como «inicio temprano de la lactancia materna»; así nos aseguramos que recibe el calostro «primera leche». 

El calostro nos recuerda a la primera tetada que es el símbolo de lo instintivo.

Ya desde las primeras horas, proporciona en abundancia un auténtico “concentrado” de anticuerpos, sustancias que nos protegen contra lo que nos resulta extraño, microbios, virus o células vivas que no nos pertenecen. 

Los más abundantes son los IgA, son anticuerpos que el recién nacido aún no sabe fabricar y que la placenta no le proporciona. Son protectores de las frágiles mucosas del intestino y del árbol respiratorio.

Estos anticuerpos tienen un cebo privilegiado, los microbios que y virus que se encuentran alrededor de la madre, aquellos con los que el bebé tendrá que convivir desde el nacimiento.

El calostro de las primeras horas contiene también millones de células inmunitarias por milímetro cúbico, cantidad que se habrá reducido a algunos miles a la semana siguiente. Estos son capaces de neutralizar y digerir los gérmenes más temibles.

El calostro es, en realidad, una auténtica armada capaz de regular cualquier tipo de infección.

Llegar al mundo es sumergirse brutalmente en el mundo de los microbios. No hay ningún microbio en el bebe por nacer, pero veinticuatro horas después del nacimiento, podemos encontrar millares. Estos microbios serán distintos si el bebe no ha tomado nada, si le han dado una “pequeña mema” de leche artificial o si ha tomado solamente calostro.

El bebé irá tomando pequeñas cantidades de calostro (perfectamente ajustadas a la capacidad de su estómago), en tomas de mayor o menor duración. El calostro se produce en la cantidad suficiente para cubrir las necesidades del bebé y le permite aprender a coordinar succión-deglución-respiración. Es de fácil digestión y favorece la eliminación del meconio.

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